Fue un grato privilegio visitar la mítica galería Artizar y que el propio artífice de las obras que la revestía estuviera presente para definirlas. Con motivo de La Noche del Patrimonio en la ciudad de La Laguna, el artista canario Marco Alom hizo dos visitas guiadas sobre su última exposición, corolario de su viaje iniciático al corazón de la ensoñación.
Comienzos
Desde niño, nuestro artista andaba dibujando todo el día. El entorno donde vivía facilitó que el acto de dibujar se convirtiera no solo en un hobby, sino también en una herramienta para desarrollar fantasías e incluso una forma mediante la que poder expresar ideas. Esto, sumado a que en su casa siempre se hablaba del trabajo artístico por ser su padre un profesional de la arqueología, lo ayudó a desplegar su interés por el arte como oficio y disciplina: “mis padres no eran los padres prototípicos de chiste que cuando el hijo les dice que quiere estudiar arte se caen de espaldas, todo lo contrario” rememora Alom.
Modus Operandi
La línea de investigación que Marco desarrolla es una exploración del territorio en la que suele rodearse y del contacto con gente que le pueda aportar puntos de vista fundamentados. En cuanto a la parte más técnica del proceso, su día a día se basa en estar encerrado en el estudio probando, experimentando y descartando hasta finalmente obtener resultados satisfactorios. “Cuando empiezo a probar por un camino nuevo lo llevo hasta todos los límites que pueda. Es una actividad que conlleva pasar prácticamente el día en el estudio, pero la considero apasionante porque te pones a prueba a ti mismo”, explica Alom.
Influencias
En su carrera artística recibió las influencias de grandes dibujantes anónimos de estampas de botánica antigua. Con el fotógrafo herreño Alexis W empezaron los primeros pasos serios en el arte, ya que le permitió descubrir por dentro dicho mundo, presentándole a artistas a los que admiraba como Santiago Palenzuela, Karina Beltrán o Carlos Rivero. Asimismo con Julio Blancas, empezó a aprender y profundizar en el dibujo contemporáneo, le ayudó a organizarse y a integrar que no hay límites; incluso le dio consejos vitales relativos a los cuidados necesarios de la espalda en el proceso intensivo del dibujo. Citar también a Laura Mesa de la que manifestó “me chifla su trabajo”.
Lo útil del vacío
Es consecuencia de una indagación personal de casi dos años asentada en varios pilares de su interés (volcánico, geológico, etnográfico, botánico, arqueológico…), sobre los que construye su discurso artístico. Aunque el creador ha utilizado dos líneas de trabajo diferente, estas convergen en una comprensión del territorio no como una idea estética, sino como una representación de la psique humana, buscando en la forma del paisaje nuevos caminos de introspección.
La muestra cuenta con una selección de 18 obras, algunas de gran formato, que van desde el dibujo realizado casi enteramente con bolígrafos Pilot sobre papel, a piezas de carácter más escultórico donde aplica la técnica del gofrado, que conectan con sus trabajos anteriores, concretamente Un año en Pátmos (Galería Artizar, 2017) y Murria, su gran propuesta de 2021 para la Sala de Arte Contemporáneo (SAC).
“Cuando después de Murria alcancé ciertas cuestiones que consideré estaban satisfechas, utilicé la herramienta de la duda y volví a replanteármelo todo para no ser esclavo de ideas preconcebidas”, aclara Marcos.
La metáfora del viaje
Un uso del verbo “fijarse” en Canarias es especialmente relevante para el aquietamiento sugerido por el autor, no solo con la contemplación de tan prolijas obras, sino también en relación a la superficial conciencia contemporánea, incapaz de permanecer “fija” más de unos segundos en un objeto sensorial, independientemente del asombro o huella que pueda plantear.
Algunas obras de Alom son de tal impacto visual que precipitan la posibilidad de ese “fijarse”, implicando así cambios cognitivos en el observador que estimulan su capacidad de imaginar formas nuevas en sorprendentes pareidolias. “Cuando me pongo delante del papel en blanco empieza un viaje, una exploración; y muchas veces, desde la idea, es el propio dibujo el que te sugiere. Ahí es donde está esa pugna, ese descubrimiento. Eso también lo busco en el espectador: que sea el que se pueda situar allí y crear sus propios discursos”.
Recorrido en el montaje expositivo
Nos preparamos para caminar de la mano del autor la delgada senda que existe entre la superficie que nos habita y lo intangible. Comenzamos la visita en la presala de Artizar que nos recibe con la pieza Monumento, que hace de puente con los trabajos anteriores encontrados en Murria, donde imperan el silencio, el vestigio de lo pasado, de lo que quedó. Porque si hay algo que ensamble toda esta exposición es el concepto de fabular, fantasear. En esta pieza hay elementos del paisaje hablando de historias pasadas; y esta suerte de espantapájaros que se ve en el paisaje nos recuerda una de ellas que sigue estando vigente. A la hora de empezar a recorrer y a profundizar en todo este trabajo Alom vuelve a cuestiones principales de idiosincrasia universal, pero con la intención de personalizarlas.
“Empiezo trabajando conceptos muy básicos con los que se construyen gran parte del imaginario que hemos heredado de la historia del arte. Por ejemplo, en la pieza Una pequeña luz basta para matar a las Tinieblas, el bien contra el mal es la lucha de los opuestos. Todo individuo participa en esa lucha dual; somos una amalgama de opuestos que se enfrentan”.
Los dieciséis cocodrilos representados beben de uno de los fundamentos de su trabajo, la reinterpretación de la simbología y de los elementos arquetípicos. Esa luz que emana de la oscuridad del cuadro es como en la Biblia el “Hágase la Luz” antes de la cual el humano se pregunta “¿Qué existía?” Oscuridad, la Nada… Ahí encontramos elementos como el reptil, el dragón, el monstruo primigenio que es el que subyace a esa oscuridad. Como decía Goya “el sueño de la razón produce monstruos”; es en esa oscuridad en la que estos habitan sobre la que hay que arrojar esa luz que es como una bomba que nos hace percibir aquello que somos.
En un punto del recorrido Alom enfatiza que la explicación que nos va dando de su mundo creativo “no es deciros esto es lo que es, sino que esto es lo que yo encuentro, lo que yo sugiero, estando la narración igualmente construida por el espectador”; así es como la creación de un cuento nos sirve para reandar el camino hacia lo que somos. Por eso es tan importante no dejar de soñar como nos recuerda Alom “en estos momentos que vivimos donde todo está muy empaquetado y en lo que todo es rápido y efímero, fabular, fantasear es un acto de Resistencia que nos hace humanos” y no robots.
A mitad del recorrido nos encontramos con un Tríptico formado por Visión I, Visión II y Holocausto. Estos cuadros son el prólogo de otra serie de 12 piezas en la que el artista lleva trabajando 5 años, que aunque evoca a Murria también tiene sus orígenes en Un año en Pátmos, donde se hablaba del espacio acotado, de la ínsula que nos impera a crear nuestra ilusión. Haciendo un recordatorio de aquella exposición para hacer entender el punto donde nos encontramos viajamos a Pátmos, una minúscula isla del Mar Egeo con apenas 34 km², que fue el lugar donde en su vejez San Juan tuvo las visiones que dieron paso al Libro de Las Revelaciones, más conocido como El Apocalipsis, que es fruto de una corriente de tradiciones, experiencias y, ante todo, el reducido espacio de dicha isla.
Este libro se convirtió, con sus implícitas polaridades, en una de las obras canónicas de nuestra cultura y punto de partida para muchas representaciones y lenguajes plásticos desarrollados a lo largo del tiempo. La trilogía de Marco Alom hace un guiño para hablar de la alianza de lo humano con lo divino (no el Dios tradicional sino los objetivos superiores que queremos alcanzar, lo que se nos escapa a nuestras posibilidades). El Dios bíblico separará las cabras de las ovejas, los buenos de los malos, abriendo esa puerta, el altar del sacrificio.
“De una referencia empiezo a crear una fantasía, como un paisaje rocoso, un malpaís; no deja de ser un conglomerado de todos aquellos intereses que tengo; formaciones geológicas existentes, tafones, la sal comiéndose la piedra…, ese paisaje real nos está ayudando a construir una representación que va mucho más allá”, esclarece Marco Alom.
Al detenernos en Visiones I, los cuernos de los carneros son un testimonio de esa transformación del paisaje volcánico en otra estampa, incitando al visitante a la construcción de otro enfoque a través de su sesgada visión tanto biográfica como transpersonal; de esta manera, son los veedores los que van creando sus propias figuras.
Estamos caminando en un terreno en el cual lo que es tangible se puede volver metafísico, divino, arquetípico…, siendo este despliegue artístico un acicate para la estimulación de la creatividad adormecida pero latente del contemporáneo, permitiendo su actualización en cada visionado.
Para poner a prueba nuestra inventiva, encontramos en este punto del camino, la pieza Dama Oferente I, que representa el traje litúrgico del iniciado que atraviesa la puerta que le lleva a otro nivel, en el cual la propia materia ya está trabajando; ya no hay tinta sobre papel, el propio papel es el que empieza a dar la forma e invita a la sugerencia. La aparente forma de un chaleco muda con la inspección cercana en una “contraforma”. Y eso para Alom hace interesante la obra pues la convierte en una metáfora como cuando de niños buscábamos figuras dentro de la “abstracción” de las nubes.
En la sala pequeña de la galería están las obras tempranas de Alom, al igual que “migas de pan” que se ponen en el camino como hoja de ruta con la intención de no perderse en el transcurso de la travesía. En ellas vemos sus comienzos, cuando disfrutaba interviniendo láminas antiguas, dibujos ya creados. Lo hacía como un ejercicio iconoclasta de poseer la imagen ya existente para modificarla y desviarla de aquello que representaba.
“Aun sin empatizar con el icono siempre hay algo en él, quizás en su mirada, que hace que esté vivo; y en ese acto de profanación siempre está el reconocimiento de la potencia que tiene el otro” argumenta Alom.
Ya casi llegando al final de la muestra expositiva tenemos otra pieza, Y sus rostros luminosos como el Sol, donde la imagen arquetípica conocida como “Las Tres Gracias” es esbozada por Alom con el propio vacío “útil”, y sugerida en el imbricado contexto del extraordinario dibujo. La propia ausencia empieza a dibujar y a recordarnos que “detrás de todo este mundo de ruido, de tramas que se juntan y se encuentran, aparece eso que está escondido, aquello que no vemos pero que sigue existiendo imperturbable”, desvela Alom.
Su última pieza, Diosa, flota ante nosotros como una revelación simbolizando la materia trabajando sobre sí misma. Indicándonos con su alegoría que todo viaje interior abre nuevos caminos de transformación.
Es Marco Alom un artista que conjuga en un viaje iniciático constante la deconstrucción del dibujo, el flujo exploratorio desde el primer “rayonazo” sobre el papel, y la sugerencia de nuevos relatos a través de la materia descontextualizada y reinterpretada.
La contemplación de sus obras, dependiendo de la sensibilidad y la “fijación” de cada espectador, presenta la energía potencial de un verdadero viaje ritual.