Fui alumna de un Bachillerato en que estudié a una Generación del 27 mutilada. Recuerdo el día que la profesora de literatura dio por finalizada la presentación de estos escritores y poetas tan influyentes de nuestro panorama literario; me surgió la siguiente pregunta: ¿y dónde están las mujeres?
Han tenido que pasar décadas para que se tuvieran en cuenta a las féminas que, además de ser coetáneas a los poetas de esta generación, fueron parte de los acontecimientos sociopolíticos del siglo pasado, por lo que sus obras permiten conocer de primera mano los avatares de dicho tiempo, no solo desde la perspectiva artística e intelectual, sino también desde la mirada femenina, porque aunque el relato parezca extinto, las mujeres también ocuparon un papel protagonista en la cultura de entonces. A fin de cuentas, ya forman parte del currículo escolar.
Las Sinsombrero
Este proyecto expositivo, comisariado por Tània Balló, reúne una amplia selección de obras que representan el trabajo de las mujeres intelectuales y artistas de la Generación del 27, nacidas entre 1898 y 1914. Está basado en tres ejes narrativos: la recuperación y visibilización de estas artistas y pensadoras ninguneadas, el trazado de un discurso narrativo donde ellas sean el centro del relato (con la intención de evidenciar la desvalorización de las mujeres en la Historia) y las consecuencias sociales y culturales que aportaron.
No es solo una muestra de memoria, reivindicación y justicia, sino también se trata de una exposición de arte contemporáneo con más de 400 piezas entre obras de arte, fotografías, documentos y objetos originales pertenecientes a las figuras femeninas más relevantes de esta generación (Maruja Mallo, Margarita Manso, Marga Gil Roësset, Delhy Tejero, Rosario de Velasco, Ruth Velázquez, Norah Borges, Pitti Bartolozzi, Manuela Ballester, Marisa Roësset, Ángeles Santos, Rosario Suárez de Castiello, Victorina Durán, María Zambrano, Rosa Chacel, Concha Méndez, Ernestina de Champourcín, María Teresa León y Carmen Conde, entre otras).
Identidad
En una entrevista, Tània Balló aclara que no considera a Las Sinsombrero como una generación, sino que le gusta más que sean identificadas con un tipo de mujer implicada en ciertos conflictos de los que tuvieron que ocuparse. “Yo siempre explico que Las Sinsombrero jamás se llamaron así. Ese es el título de un proyecto que me inventé hace muchos años cuyo nombre viene de una anécdota de Maruja Mallo que dijo: “Fuimos las primeras sinsombreristas”. Por consiguiente, todo es un producto de un proyecto cultural”.
Nuevo impulso de mujer
Hasta 1910 las mujeres en España no tenían acceso normalizado a la educación superior. Es a partir de una creciente afluencia de estudiantes femeninas, que el gobierno se vio obligado, por primera vez, a aprobar la libre matrícula en los centros de enseñanza oficial y no oficial para las mujeres.
Este cambio conlleva, en poco tiempo, un aumento del número de alumnas matriculadas en las universidades y centros de formación superior, propiciándose un nuevo modelo de mujer a partir de los años 20: moderna, preparada y autónoma, que reivindica su presencia en los espacios públicos, hasta entonces vetados para ellas, ante el estupor de una sociedad aún anclada en valores tradicionalistas.
Las Ultraístas
En 1918 se gestó el primer movimiento vanguardista genuinamente español, el Ultraísmo. Inusualmente, tres mujeres fueron incluidas desde un primer momento en su nómina: la poeta Lucía Sánchez Saornil y las pintoras Norah Borges y Ruth Velázquez. Su producción artística, influenciada por las nuevas corrientes vanguardistas, se aleja de las representaciones tradicionalmente vinculadas a la creación femenina, explorando nuevas temáticas y formas. Ellas son la viva imagen de un nuevo modelo de feminidad que emerge con fuerza al inicio de la década de 1920.
Un olvido difícil de entender
Uno de los errores más comunes que el relato histórico hegemónico ha perpetuado apunta a que solo los hombres han protagonizado la Historia, cuando es más acertado decir que ellos son quienes la han escrito.
Hoy, la denominación Generación del 27 (su cronología se enmarca en las décadas de 1920-30, cortándose abruptamente con la Guerra Civil), no solo hace referencia a la nómina de un grupo de excelentes poetas, escritores y artistas, que confluyeron en un lugar y en un tiempo, sino que con el paso de los años esta marca cultural ha trascendido a su propia producción artística, para definir toda una época de esplendor que marcará el devenir político, social y cultural del siglo XX español.
Y precisamente por ese sentido de representación de un momento histórico único, se hace incomprensible el injusto olvido perpetuado sobre las artistas y escritoras de este grupo.
¡Viva la igualdad ante la Ley!
Finalmente llegó el día soñado. El 14 de abril de 1931 Alfonso XIII abdica y sale de España. Los partidos antimonárquicos reclamaron la instauración de la Segunda República de inmediato, materializando de forma legislativa muchas de las reivindicaciones y derechos por los que las mujeres llevaban trabajando décadas. En la nueva Constitución republicana queda decretada la igualdad entre hombres y mujeres. Por fin serán reconocidas como ciudadanas de primer orden, avanzando en derechos, autonomía y libertades. El sufragio universal o el divorcio serán conquistas pioneras. Sin embargo, estos avances en cuestiones de igualdad, chocarán con una sociedad todavía muy anquilosada y conservadora. La República tuvo cinco años de vida, tres de ellos en plena guerra; fueron muy pocos años para una sociedad muy tensionada, por lo que no hubo tiempo material para una transformación profunda en cuanto a esos valores.
Resaltar la figura de la gran defensora de los derechos de la mujer española Clara Campoamor como principal impulsora del sufragio femenino, que fue ejercido por primera vez en las elecciones de 1933.
Dos jóvenes promesas truncadas
Las trayectorias vitales y artísticas de la pintora Ángeles Santos Torroella y de la ilustradora y escultora Marga Gil Roësset tienen muchos puntos en común. Ambas irrumpieron en el panorama artístico siendo muy jóvenes con una obra que deslumbró en los círculos artísticos de la época por su originalidad y técnica. Sus creaciones fueron una clara invitación a un mundo interior muy particular, un universo imaginado que ambas reconocían como su único espacio de libertad que podía sintonizar con el espíritu de su tiempo. Sintiéndose profundamente incomprendidas por la realidad que las rodeaba, y asfixiadas por las normas sociales y culturales de su época, las dos artistas tomaron sendas decisiones drásticas.
Ángeles Santos cayó en una profunda depresión por el estricto control familiar que le impedía su plena autonomía, ingresando en 1930 en un sanatorio. A su salida declaró con total rotundidad esta frase sentenciosa: «Ya no pintaré más con la imaginación sino con la realidad». Sin abandonar la pintura, pasará a un estilo más tradicional y costumbrista olvidándose para siempre de pintar su mundo interior como fuente de inspiración que estaba fuera de su tiempo.
No le gustaba hablar de ella misma “No tengo nada que decir sobre mí. Mis cuadros están en el Reina Sofía y también se han escrito libros. Ahí está todo”
Marga Gil Roësset sufrió una profunda crisis personal a partir de 1932. El dolor fue abrumador: «no podía ser feliz…y no quería no serlo», escribió a su hermana Consuelo en su carta de despedida. La mañana del 5 de agosto de 1932 fue a su taller, destruyendo gran parte de su obra a martillazos, e hizo una última visita al poeta Juan Ramón Jiménez (a quien hace entrega de su diario personal porque estaba locamente enamorada de él). Después se encaminó a una pequeña casita familiar en Las Rozas, donde pondría fin a su vida con solo 24 años.
Estas declaraciones de la artista al periódico Crónica en 1930 transmiten muy bien el mundo ideal de sus obras: “Yo intento siempre operar sobre mis esculturas de dentro afuera. Es decir, trato de esculpir más las ideas que las personas”
Renovación teatral
Las mujeres contribuyeron en la reforma de las artes escénicas de los años veinte y treinta. Fueron dramaturgas, actrices, empresarias, escenógrafas, figurinistas que abrieron nuevas posibilidades artísticas y aportaron otras temáticas. El teatro fue una disciplina ampliamente explorada por muchas de estas autoras, que pusieron en el centro el desarrollo y la caracterización de los personajes femeninos. Las escritoras están presentes tanto en el teatro convencional como en circuitos más reducidos y vanguardistas.
Un claro ejemplo de estas nuevas aportaciones innovadoras sería la obra “Al Margen”, que fue primer texto dramático de temática lésbica, escrito con el propósito de visibilizar las sexualidades no normativas. Su polifacética creadora fue Victorina Durán, figura imprescindible del teatro del siglo pasado, por su constante renovación teatral tanto en España como en Argentina.
Al irrumpir la Guerra Civil aparece una compañía teatral ambulante, Guerrillas del Teatro, de la mano de una gran mujer María Teresa León, que subió un poco el ánimo a los combatientes en medio del horror de la batalla y puso en escena, los valores que daban razón a su lucha por la libertad. Esta pequeña compañía de actores, heredera del espíritu de La Barraca y de las Misiones Pedagógicas hará más de cien representaciones en la línea de fuego. Mientras en otros países se animaba a los soldados con la visita de actrices y cantantes despampanantes, la República enviaba a sus guerreros el ingenio de Cervantes.
Modelos de referencia
Ante el nuevo paradigma social, político y cultural, la producción artística de estas mujeres toma un nuevo rumbo. Empoderadas en su oficio de artistas y escritoras, y decididas a perpetuar su lugar en los espacios intelectuales y artísticos, sus obras están protagonizadas mayoritariamente por figuras femeninas fuertes y emancipadas. Estos gráciles modelos, que todavía hoy sorprenden por su modernidad, constituirán un nuevo referente de la mujer española para las generaciones venideras.
En la pintura
En la escritura
Luisa Carnés fue la voz de la conciencia y el cambio. Encarnó el espíritu de clase y de emancipación femenina de los años veinte y treinta del siglo XX. De origen obrero y de formación autodidacta, su escritura, cercana y directa, contiene un fuerte compromiso político y social. Sus novelas y cuentos reflejan la situación de las mujeres trabajadoras desde la crítica y la denuncia. Estas líneas de trabajo impregnarán también sus artículos periodísticos, con el objetivo de concienciar y lograr el cambio social de las mujeres.
Concha Méndez Cuesta fue una mujer que luchó siempre por la libertad. Poeta, guionista, dramaturga, editora, impresora…, publicó junto a su marido Manuel Altolaguirre algunas de las obras más importantes de sus colegas de generación en su propia editorial Héroe (El rayo que no cesa, del poeta Miguel Hernández, pubicado en 1935). Concha decidió vivir sin ataduras, hizo del mundo su lugar, huyendo de una vida burguesa que no sentía que le perteneciera. En 1929 viajó a Inglaterra para después embarcarse rumbo a Argentina, en un tiempo en que aún las mujeres españolas no podían viajar solas.
El Lyceum Club Femenino
Hubo un lugar en Madrid donde las mujeres de esta generación también se asociaron para confeccionar acciones que adelantaran el reloj de España. Es importante subrayar el valor de estos espacios compartidos que solo les perteneció a ellas, la conciencia de una lucha contra un tiempo que sentían que no era suyo. Su obra se convertió en su arma más poderosa. El Lyceum Club Femenino fue inaugurado en 1926 por la élite sociocultural siendo el primer centro cultural y de reunión femenino del país. El primer acto público fue la muestra expositiva de la obra de María y Elena Sorolla, hijas del pintor.
En constante contacto con otras sedes europeas, el Lyceum se consagró con los años como un espacio importante para el crecimiento personal, social e intelectual de las mujeres de la época. En él se congregaron dos generaciones que, aunque no compartían algunas premisas sobre todo de carácter ideológico, supieron crear un espacio de convivencia, intercambio intelectual y lucha colectiva, a pesar de ser atacadas y ridiculizadas por los sectores más conservadores de la sociedad. Por desgracia, en 1939 el Club fue clausurado fulminantemente. Sus instalaciones fueron ocupadas por la Falange para que la Sección Femenina lo convirtiera en el Club Medina. El grueso de su documentación fue destruido.
La Historia ha minimizado su influencia durante años, despolitizando las acciones llevadas a cabo en el seno del Lyceum, pero los testimonios y documentos evidencian que sus más de quinientas socias fueron muy activas en los debates más vigentes, que afectaban directamente al feminismo y a la política del momento. Un final trágico para una de las asociaciones más ejemplares y revolucionarias de la historia sociocultural española. Todavía hoy, en la fachada de la que fuera su sede principal, la Casa de las Siete Chimeneneas, no existe ninguna placa que recuerde su existencia.
Ejemplo de coherencia
Tanto la mayoría de sus socias como la Junta Directiva del Lyceum Club Femenino son mujeres enemigas de las normas que planteaba la Iglesia, y con ideas contrarias a la monarquía; por ese motivo deniegan la solicitud de entrada a la Duquesa de Alba.
Primer reconocimiento generacional
En mayo de 1935 la revista literaria Noreste, dirigida por Tomás Seral y Casas y editada en Zaragoza, dedicó un número monográfico a las artistas de vanguardia, bajo el título Heroínas de Vanguardia. En él se publicaron poemas y fragmentos de varias de las escritoras de esta generación: Mercedes Ballesteros, Carmen Conde, María Luisa M. de Buendía, Elena Fortún, Margarita de Pedroso, Juana de Ibarbourou, Rosario Suárez-Castiello, Josefina de la Torre, María Cegarra Salcedo, María Dolores Arana, María Teresa Roca de Togores, Maruja Falena y Ruth Velázquez. Estas colaboraciones literarias se acompañaron de algunas reproducciones de obras de las pintoras Ruth Velázquez, Menchu Gal, Rosario Suárez-Castiello, Rosario de Velasco, Ángeles Santos, Norah Borges y de la escultora Dionisia Masdeu. Por primera vez se exponen juntas algunas de estas obras.
Con motivo de dicha publicación se inauguró en la Librería Internacional de Zaragoza una exposición con dibujos, libros y retratos de algunas de estas creadoras. Ambas iniciativas constituyeron el primer homenaje a la generación de artistas que nos ocupa; de ahí su importancia histórica.
Compromiso politico
La mujer moderna es una ciudadana fuertemente politizada, consecuencia natural de años de lucha por sus propios derechos y reconocimiento como sujeto. A partir del primer lustro de la década de 1930, su participación en las esferas políticas y su compromiso se incrementa, y la mayoría de estas artistas desarrolla una intensa actividad política y militante a favor de distintas causas sociales, siendo su obra artística y literaria un reflejo de ello.
Se cree que Ruth Velázquez (1887-1969) pintó “La Madre del Comunismo” en 1917 a escondidas. Cuando la autora se exilia en 1936 se lo lleva a Suiza. Posteriormente Ruth decide enviar el lienzo a Cuba para salvaguardarlo. Desde 1990 el cuadro se encuentra en Boston.
María Teresa León fue una de las figuras más influyentes de nuestra cultura política. Estaba convencida de que la erudición era un arma que debía ser utilizada para convencer al pueblo de la necesidad de defender la democaracia y la libertad ante el fascismo. Combativa y fiel a sus ideales, su voz siempre estuvo al servicio de la justicia social. Participó activamente en mítines y proyectos editoriales a favor de los ideales republicanos. Dicha labor se intensificó a lo largo de la guerra del 36 y en el exilio. Sin embargo, la historia no fue justa con su legado, y durante décadas será recordada solo por ser la mujer del poeta Rafael Alberti
Arte y denuncia en la batalla
El golpe de Estado militar en España del 18 de julio apagó las luces incipientes de una nación que postulaba proteger la libertad del ciudadano con una ideología opuesta a la monarquía, la aristocracia, la oligarquía y la dictadura. Su fracaso parcial condujo a una guerra civil y, derrotada la República, se estableció una dictadura que estuvo vigente hasta la muerte de Francisco Franco, en 1975. Un mes depués del inicio de esta contienda se apagaría para siempre la estela del poeta español más universal, Federico García Lorca, brutalmente asesinado por los falangistas a los 38 años de edad. Su Romancero Gitano es la obra más traducida de todos los tiempos.
La movilización de las mujeres en la guerra de 1936 va más allá de su labor en la retaguardia. Sin embargo, históricamente se ha prestado poca atención a su participación fuera de ese ámbito; entre otras implicaciones, las encontramos como creadoras de contenido propagandístico y testimonial, en trabajos que dieron la vuelta al mundo al igual que los de sus compañeros varones, si bien muchas veces su autoría o no fue considerada, o incluso fue directamente ocultada tras identidades masculinas durante años.
Este hecho nos ha arrebatado la posibilidad de tomar conciencia de una mirada en clave de género sobre la guerra y sus consecuencias. Su producción artística e intelectual durante este periodo es necesaria para construir un relato más afinado.
Miradas del horror
¿Qué pasó en el exilio?
La victoria del fascismo obligó a casi medio millón de españoles a partir hacia el destierro, y entre ellos, muchas de nuestras protagonistas. La historia de la literatura y de la pintura perdió a grandes talentos por culpa del exilio que hizo añicos el sueño de muchos.
Para las mujeres representó una nueva batalla a la que enfrentarse, pues a la adaptación al nuevo país se sumó la aplastante realidad de tener que relegar a un segundo plano el trabajo literario y artístico, ante la necesidad de ocuparse de la supervivencia económica y emocional del núcleo familiar. Este hecho supuso en muchos casos un retroceso funesto para el desarrollo de sus aspiraciones creativas. A pesar de la precariedad y el abandono que vivieron, algunas de ellas siguieron escribiendo con mucho esfuerzo: Rosa Chacel, María Zambrano y Ernestina de Champourcin.
En cuanto pudieron retomar su vocación, en algunos casos muchos años después, sus experiencias como exiliadas no quedaron al margen de sus creaciones. Pero de nuevo su testimonio no fue tomado en cuenta a la hora de construir el relato hegemónico sobre el exilio republicano.
La lectura de sus obras nos descubre una realidad durante años minimizada, pues a la condición de exiliadas se les añadía la de ser mujeres, y lo que una vez más determinó para siempre su trayectoria. En los últimos años un nuevo interés editorial ha permitido recuperar parte de estos textos, y con ello se abre paso a una visión, en clave de género, que irrumpe sobre el relato imperante sobre el exilio.
La pintora Maruja Mallo cruzó la frontera en 1936 y regresó a España en 1965 siendo de las primeras exiliadas en volver. Vivió los primeros años de su retorno con absoluta desolación pues ya nada quedaba de ese Madrid que conoció ni de sus amigos, algunos enterrados y otros en el destierro. Y como lanza Tània Balló en su libro Las Sinsombrero: “¿cómo iba a haber gente como la de entonces? Habían sido cuarenta años de castración cerebral, sentimental y sexual”.
Las que deciden quedarse
Con el fin de la guerra en abril de 1939 se instaura en España la dictadura franquista, que impone un nuevo orden social caracterizado por una moral nacionalcatólica. Para el nuevo régimen, parte del éxito de esta nueva organización social pasaba por devolver a las mujeres al rol doméstico, es decir, a su papel arcaico de madres y esposas.
Las artistas e intelectuales que se quedaron en España, y que como tantas otras mujeres habían disfrutado la experiencia de libertad y modernidad alcanzadas durante el período de la Segunda República, tuvieron que lidiar con la imposición de esos viejos modelos de feminidad. Para ello, adaptaron su identidad pública como mujeres creadoras a los designios sociales y culturales vigentes, de nuevo sostenidos por el patriarcado.
En los últimos años, los estudios sobre ese periodo en materia de género han desvelado la existencia sumergida de espacios compartidos de resistencia femenina, físicos y emocionales, en los que estas mujeres pudieron mantener sus vínculos y desarrollar privadamente su autoría original en libertad. Como es el caso de la correspondencia que se mandaba al exilio.
Carmen Conde no partió al exilio a pesar de correr el riesgo de sufrir represalias. Tampoco cesó su actividad literaria. Durante esos primeros años de posguerra hizo uso de seudónimos: Florentina del Mar y Magdalena Noguera, entre otros. Su gran aportación a la literatura se vio reconocida en 1978 cuando fue elegida para ocupar la silla K de la Real Academia Española, convirtiéndose en la primera mujer en lograr tal reconocimiento.
Consuelo Berges, poeta, ensayista, activista y traductora, hizo una gran labor recolectora en la sombra, durante los cuarenta años de dictadura.
A mediados de la década de 1950 una editorial catalana le encarga coordinar la primera enciclopedia de mujeres hispanoamericanas y Berges decide incorporar a todas aquellas compañeras que se encuentran en el destierro. Gracias a la justificación editorial vuelve a contactar con sus amigas en el exilio, así como con las plumas femeninas más representativas de la literatura latinoamericana del momento. En la medida que la censura lo permite, estas le van haciendo llegar sus nuevos trabajos literarios. De ese modo, Consuelo consigue reunir en su biblioteca una nutrida representación de la literatura femenina de la segunda mitad del siglo XX, convirtiéndola en uno de los conjuntos bibliográficos más importantes de esta generación.
El dolor de la no pertenencia
A pesar del desconsuelo vivido por estas mujeres en su exilio, el mayor sufrimiento manifestado en sus memorias se da cuando empiezan los cambios en España y llega la Transición, se les da la bienvenida a los exiliados que regresan y, de alguna manera, se vuelve a reescribir un pasado que había estado 40 años silenciado. Así, ellas por fin retornan, con una lógica necesidad de participar en ese hito histórico que fue la llegada de la Democracia a España; con una sociedad que ansiaba escuchar el relato de aquellos que habían estado tantos años en un exilio silente, ellas regresan con la voluntad de contar su historia que no es escuchada. La Historia no las considera y, al ser plenamente conscientes de ello, tanto es sus escritos personales, cartas, diarios o grabaciones se hace evidente su pesadumbre por ese inasumible vacío. No obstante, no dejaron de escribir y gracias a ello conservamos sus memorias, como las de Ernestina Champourcin, aún inéditas. En ellas expone una navidad de los 80, en que recordándose escuchando con devoción las vivencias que narraban sus abuelos, se lamentaba porque en su soledad nadie quería escucharla, imaginando su plenitud de poder compartirse.
Un momento muy visual representativo del exilio para los nacidos en los años 70 es el retorno del poeta Rafael Alberti. En ese mismo avión regresaba su mujer María Teresa León con multitudes esperando a Rafael pero ¿quién recibió a María Teresa León? ¿Quién le dio su espacio pese a volver en el mismo avión, el mismo día, la misma hora…?
Otro momento significativo fue cuando la jovencísima Ana María Moix inicia, en septiembre de 1965 y tras leer su obra Teresa, una extensa correspondencia con la escritora Rosa Chacel, quien en su primera misiva se pronuncia asi: “…ignorada de tres generaciones (…) ahora quiero que me conozcan. Quiero, sobre todo, que me escuchen, y eso es lo que me complace y me conmueve de su carta”. En 1970 Rosa Chacel regresa a España. Su obra es recuperada y se le hacen entrevistas y reportajes, siendo así objeto de cierta atención pública. Fue galardonada en 1987 con el Premio Nacional de las Letras y nunca dejó de trabajar, ni de innovar.
Más allá de estos reconocimientos individuales que gozaron algunas de ellas, lo que se pierde al no ser incluidas es el relato colectivo, el formar parte de ese devenir de un tiempo y una época perteneciente a la Generación del 27, que es lo que hace popular a los agentes transformadores de nuestra idiosincrasia cultural. Perdemos aquella parte de la Historia donde la mujer está en el centro de un relato que solo ellas podían trasmitir: la modernidad, los movimientos feministas, las transformaciones habidas y la consecución de un concepto de igualdad que por aquellos años parecía imposible. Una pregunta de calado se plantea tras todo lo dicho: ¿qué habremos perdido al no conocer en profundidad su legado?
Ellas no son un anexo de la Generación del 27, sino la historia hegemónica rigurosa. Ahora se nos brinda la oportunidad de rectificar, en un cambio que debe darse tras una mala praxis que se enquistó durante siglos en los relatos narrativos que nos pertenecen.
El cambio debe iniciarse en las aulas
En la actualidad las nuevas generaciones exigen la recuperación histórica de referentes femeninos con el fin de perpetuar un relato más justo, igualitario y riguroso. Gracias a ello, las artistas e intelectuales de la Generación del 27 han protagonizado en los últimos años distintas iniciativas culturales y educativas que han ayudado a la divulgación de su vida y su valioso legado. Uno de los pilares de esta reivindicación se encuentra en la comunidad educativa y su voluntad de reparar la visión sesgada del pasado cultural que se viene transmitiendo desde entonces.
El mensaje es claro: Sin ellas, la Historia no está completa.