Un lapicero, ese pequeño instrumento de escritura o dibujo que tantas aportaciones ha hecho a la humanidad, es capaz de evocar memorias indelebles de nuestra alma infantil si lo tomamos en nuestras manos en esta era digital, que trae consigo cierta lejanía de la materia.
Nuestro artista ya asombraba a su familia a los cuatros años de edad, cuando iba esbozando en aquellas libretas cuadriculadas unos dibujos de una calidad muy superior a lo esperable en un infante. Dibujar era para él una obsesión a la que dedicaba todo el día. A pesar del paso del tiempo, hoy por hoy para Julio Almeida el arte lo es todo; es lo más importante, lo más emocional, lo más atrayente, su gran pasión…, en cierto modo su máxima realización como persona. De aquellos primeros tiempos nos comenta: “No he tenido maestros. Con 15 años estuve solo dos semanas en Artes y Oficios de Santa Cruz de Tenerife, que abandoné porque hice tres trabajos al natural en yeso y el profesor me ignoró. Al no recibir feedback o estimulación alguna me aburrí y no volví más”. Esto no fue impedimento para que continuara su propia exploración artística fuera de ambientes académicos.
Hacia un medio de vida
Julio Almeida, dentro de su ámbito favorito del arte, el dibujo a lápiz, empezó a moverse por galerías como la emblemática sala Conca en la que recuerda haber visto a los artistas Juan Hernández, Cándido Camacho y Gonzalo González. En solo cuatro años consiguió realizar siete exposiciones individuales y ocho colectivas pero, al percatarse de que no podía vivir de sus dibujos, tuvo que tomar la decisión de abandonar el mineral negro alquitranado por cuatro décadas. Nos explica: “No lamento haber parado de dibujar durante todos esos años porque no tiene sentido mirar hacia atrás. Lo dejé en 1982 y lo retomé en 2021. En esos 41 años me dediqué a la serigrafía y fundé una empresa que llevaba mi nombre. Como me encantaba ese trabajo lo acabé estableciendo como mi profesión”
Dibujos de Julio Almeida
Esta propuesta expositiva reune una quincena de obras hiperrealistas realizadas entre 2021 y 2023, de temática variada, donde destaca la técnica del dibujo artístico, rico en detalles, texturas, sombreados y hachuras. El resultado deviene un viaje sensorial pleno entre luces y sombras. Las obras carecen de título en una invitación a un espacio de reflexión con potencial de aportar a lo visionado (sentimientos, emociones, experiencias estéticas…).
Las creaciones de este artista tinerfeño surgen de un acercamiento a todo lo que le rodea y siente con emoción, empezando con un ideal inicial en su mente que irá improvisando en su proceso creativo: “En sus dibujos se da una especie de orden, una ley según la cual se contemplan las formas unas a otras, aquello que solo existe a través de la malla de su mirada, de su atención, de su lenguaje” señala el comisario de la exposición, Román Hernández.
Clases de dibujo
Este proyecto expositivo también cuenta con una parte práctica a cargo de Julio Almeida, del que brota un espíritu didáctico y comunitario que ya puso en práctica cuando tenía 30 años al impartir talleres donde explicaba las destrezas del dibujo que él considera imprescindibles para el desarrollo de esta habilidad.
“Por una necesidad mía particular de llevar a los demás esos conocimientos básicos, en la propia sala expositiva doy un curso de dibujo acelerado de 5 días sin ánimo de lucro, en el que trato de conectar con los alumnos y que estos conecten conmigo a través de esa técnica, que pienso volver a impartir en mi propio taller el próximo año” aclara.
Mucho más que Hiperrealismo
Las obras de Julio pertenecen a este movimiento artístico figurativo inspirado por la fotografía que surgió a finales de los años sesenta, cuando se sentía movido a dibujar por ese gran virtuosismo en el detalle minucioso y preciso de este estilo. Pero sus dibujos van más allá como se puede observar en este cuadro fragmentado y con un fondo de abstracción que le da un toque muy original.
“Mi obra se podría mejorar para que fuera más hiperrealista pero no me interesa. En mi obra puede haber realismo mágico, surrealismo, pero siempre me ha atraído el hiperrealismo, como si no me pudiese escapar de lo que he hecho últimamente. A mí me apasiona todo lo que es detalle, arrugas, expresiones, los ojos de una persona…, que la obra transmita al espectador” esclarece.
Fuente común de creatividad
Para Almeida ya todo está inventado en el amplio abanico artístico y considera que nuestro subconsciente va captando ideas ya creadas que el artista va reflejando en su obra a medida que va siendo materializada. Así, en su juventud realizaba obras que tenían muchas connotaciones del realismo mágico (objetos flotando con las nubes) sin saber de su existencia en otros artistas internacionales.
“Con 24 años de edad hice una exposición individual en la Galería Rodin y me llevé una gran sorpresa cuando su dueño me habló de un artista que jamás había conocido anteriormente, René Magritte, del que yo tenía muchos paralelismos en mi obra. Me enseñó un libro del pintor belga y al verlo me dije: ¡Esto es imposible! Yo tenía obras parecidas a las de Magritte en cuanto a sus efectos ópticos, e incluso una de ellas era casi idéntica a su Modelos rojos… Asimismo, y sin haberlo estudiado nunca, yo usaba ciertos elementos también presentes en la obra de Salvador Dalí”, recuerda todavía con asombro.
Abstracción
Dado el extraordinario realismo de sus dibujos preguntamos a Julio sobre el polo no figurativo del arte y nos informa: “Para mí no es tarea fácil ser espontáneo. El arte hiperrealista no es difícil aunque supone mucha inversión de tiempo; no puedo decir lo mismo del abstracto, que sale del interior, que no tiene que ver con la realidad manifestada. No quiero hacer arte abstracto por hacer; yo parto de una base, de un equilibrio del color, de una composición…, y más aún si lo mezclo con lo figurativo”.
Impulsar el arte en Canarias
Un artista que quiera exponer en la capital de Tenerife lo tiene complicado: por un lado, algunas salas públicas no están en buen estado (La Recova); por otro, las galerías privadas han ido desapareciendo por las trabas aduaneras y la falta de apoyo institucional que no publicita los eventos culturales de forma adecuada. No es un buen momento para los profesionales del sector. “No hay mucho compromiso político real que ponga en marcha soluciones. Las autoridades podrían hacer mucho más por los artistas canarios creando más eventos y concursos como vías de promoción, o incluso declarar el “día del artista canario”, que daría pie a visualizar sus trabajos en pequeños espacios comunales” lamenta.
Desván Blanco
Si de algo adolece el panorama cultural actual es de lugares que se presten a promocionar y visibilizar el arte. Cuando una asociación cultural como El Desván Blanco colabora con la gente de la cultura, dando visibilidad a los artistas sin ánimo de lucro y trabajando para dar cabida a variadas manifestaciones artísticas y literarias, se convierte en un espacio de referencia para la ciudad. “Sería muy positivo que surgieran más lugares como el Desván Blanco para fomentar el arte en Santa Cruz de Tenerife. La gente está desinformada, ya que las entidades públicas no publicitan los eventos como se debería. La creación de nuevos centros culturales dotados de una adecuada promoción impulsaría en consecuencia la creatividad local”, declara.
A Julio le gustaría formar parte de un centro abierto, formado por artistas de todas las edades (además de personas ajenas al arte), y con su tiempo libre podría aportar cursos de dibujo de forma desinteresada para el beneficio de otros; un espacio amplio donde se pudieran dar clases y plantear exposiciones y que las entidades oficiales se encargaran de impulsar y publicitar. Aparte del dibujo también gustaría de enseñar serigrafía, que remarca “está muy mal explotada a nivel artístico”, pues de su anterior negocio aún conserva una máquina de impresión plana de 50×70 que de otra forma podría acabar desechando si no le da utilidad.
Mercadeo del arte
Una de las grandes revoluciones de las artes plásticas modernas corresponde a un movimiento artístico en el que la conceptualización-idea es más importante que la obra como objeto material en si. Fue en 1917 cuando el dadaísta Marcel Duchamp sorprendía y provocaba a la comunidad artística internacional con un urinario titulado La Fuente, abriendo así las puertas a que cualquier cosa en una sala expositiva se calificara como arte. “Yo creo que si la obra no te impacta, no está transmitiendo por mucha retórica poética que la pueda envolver. Actualmente veo mucha basura en las galerías que promocionan el arte conceptual, buscando más el negocio que impulsar una trayectoria artística. Creo que para que una obra llegue a ser famosa es esencial que tenga un recorrido, un trabajo sólido detrás, algo que no se da de la noche a la mañana. En el conceptualismo se lava mucho dinero con obras de corto recorrido que llegan a costar millones, evidencia de que se trafica con la obra antes de ser expuesta” subraya.
Proyectos de cambio
Cuando nos referimos a sus planes de trabajo nos aventura: “Ahora quiero hacer algo bastante más creativo. Mis necesidades emocionales y artísticas me piden otra cosa. No quiero hacer exactamente lo que he hecho hasta ahora. Voy a fusionar técnicas. Será una ruptura con lo realizado pero no con el blanco y negro. Voy a hacer color pero voy a mezclar color en partes de las obras, probablemente mezcle lápiz con óleo, con acrílico. Haré “óleo imitando a lápiz en blanco y negro” pero a su vez color. Ahí quiero meter arte abstracto también. Empezaré por un tríptico 100×70, con tres fragmentos de una cara donde van a darse estas mezclas que se podrá ver en un año y medio”.
Solo cuatro siglos
El lápiz no fue utilizado antes del siglo XVI en el arte por la causa justificada de que no se había inventado todavía. Uno de los primeros artistas en utilizarlo fue el pintor y grabador alemán Alberto Durero en el primer tercio del siglo XVI. Se trataba de una barrita de plomo y cierta aleación de estaño llamada punta de plata, cuya marca se borraba con miga de pan. El primero en describir un útil de escritura que utilizara el grafito enfundado en una envoltura de madera fue el alemán Conrad von Gesner, en su obra De omni rerum fossilium genere del año 1565. A la postre, el francés Nicolas Jacques Conté y el arquitecto austriaco Joseph Hardtmuth, en investigaciones independientes pero paralelas en el tiempo, inventaron un sucedáneo del grafito y la arcilla que envolvieron en una funda de madera de cedro para su mejor manejo. A partir de ahí es cuando empieza a popularizarse y con el transcurso de los siglos a evolucionar en paralela complejidad con el ser humano.
Julio fue capaz de rescatar su pasión y nos confiesa conmovido como su regreso a los lápices es lo más importante que ha hecho en su vida y que continuará en ello hasta el final de sus días… Son esas noticias que a todos nos maravillan: aseguran tanto su implicación con el acervo cultural canario como nuestro disfrute en periodos venideros de sus deliciosas exposiciones imperdibles.